Acción Educativa en Diabetes, Obesidad y Sobrepeso, A.C.
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OBESIDAD, DIABETES Y SUEÑO... ¿QUÉ RELACIÓN TIENEN?08 Jun 15 - 13:37 Al abordar los temas de hábitos saludables y cambios positivos en el estilo de vida, con bastante frecuencia se privilegia destacar los beneficios de una alimentación correcta y la práctica regular de ejercicio físico, sin embargo poco hemos escuchado sobre el hábito del descanso adecuado. Entendido no sólo como sueño reparador sino como la suma de efectos del uso positivo del tiempo libre, el esparcimiento y el dormir bien, el descanso adecuado es un pilar que da soporte a la salud en general e impacta los rasgos metabólicos del individuo. Sus desajustes reviran como factores de riesgo para la aparición de múltiples enfermedades crónicas. En esta ocasión, abundaremos sobre la importancia del sueño. Hoy en día, se conoce que hasta el 30% del genoma humano sigue patrones de tipo reloj molecular circadiano. Quiere decir que en esa proporción, sustancias como proteínas y hormonas involucradas en diversos fenómenos fisiológicos, son producidas en el organismo de manera rítmica alrededor de una misma hora del día o de manera “circadiana”. La pérdida o desajuste de esa función de reloj puede asociarse por ejemplo, con incrementos en la concentración sanguínea de insulina o triglicéridos, el aumento en la absorción de lípidos (grasas), la presencia de obesidad y/o hígado graso, entre otros. Es un hecho innegable, la existencia de una sincronía natural entre los ciclos de luz y oscuridad y la sucesión de fenómenos de vigilia (estar despierto) y del sueño. Así como que, su ajuste tiene una traducción en la homeostasis metabólica corporal. Modificaciones horarias pueden inducir cambios en su expresión. Igual sucede en su interacción con los tiempos de ayuno y alimentación. En los Países Bajos se ha llegado a demostrar que los trabajadores de turno nocturno evidencian mayores incrementos en el Índice de Masa Corporal (IMC) respecto a los de turno diurno; en Suecia, Italia y Taiwán, han constatado una asociación similar con aumentos en prevalencia de Síndrome Metabólico; en Japón, con aumentos en el número de casos de Resistencia a la Insulina, alteraciones del metabolismo de la glucosa y una mayor probabilidad de que pacientes con Glucosa Alterada de Ayuno (GAA) evolucionen a Diabetes Mellitus tipo 2; en los Estados Unidos de Norteamérica también se ha vinculado con mayor riesgo de desarrollar ese padecimiento. Sin embargo, no es necesario ser trabajador nocturno ni mantenerse alerta regularmente durante toda la noche para manifestar estragos similares. Cinco días con un sueño de corta duración (menor o igual a 5 horas) pueden bastar como detonante. Actualmente, se llevan a cabo estudios para diferenciar los efectos de un sueño corto, entre madrugadores y noctámbulos pero al parecer no existen diferencias significativas. Si bien, “al que madruga Dios le ayuda” será especialmente cierto si se duerme temprano. Se ha ubicado al sueño escaso como un factor de riesgo para el aumento de peso y el desarrollo de obesidad. De manera aguda motiva aumentos del gasto energético total diario hasta del 5%; la persona reacciona comiendo más que de costumbre, especialmente por la noche después del horario habitual para cenar, llevando a un desbalance energético por consumo aumentado de alimentos. Todo esto ocurre bajo la señalización ejercida por diversos neurotransmisores involucrados con el hambre y la saciedad. Se ha estimado la susceptibilidad de ganar desde medio kilogramo de peso corporal hasta 1.3 kg en 15 días por falta de sueño, particularmente si los alimentos son de fácil acceso. Adecuar o “recuperar” los horarios del sueño puede favorecer la pérdida promedio de medio kilogramo de peso en el mismo periodo. El aumento del apetito ocurre como un mecanismo de adaptación para mantenerse despierto de manera prolongada; secundariamente el incremento de peso pronuncia el agotamiento físico de la pérdida de sueño, y esto favorece que el individuo reduzca su actividad física y todo de conjunto propicie aún más, el desarrollo de obesidad. Tal vez, el mejor ejemplo de fisiología circadiana sea el metabolismo de las grasas. Normalmente, los factores que promueven la quema de grasa son mayores al despertar y los que promueven su almacenamiento son mayores antes de irse a dormir; ello justifica la recomendación de cenar ligero. Hacer lo contrario puede favorecer incrementos en la concentración de triglicéridos particularmente después de las comidas, de todo el día. Este simple hecho propicia la infiltración grasa del hígado conocida como esteatosis hepática y el riesgo de enfermedad cardiovascular. De prolongarse en el tiempo, el hábito del sueño de corta duración favorece a su vez el desarrollo de hipertensión arterial y mayor dificultad para su control, por aumentos en la actividad del sistema nervioso simpático y en los niveles de cortisol. Estos mecanismos también aceleran la aparición de la enfermedad cardiovascular ya mencionada. Por otra parte, el aumento de peso corporal trae aparejado un mayor riesgo de presentar: somnolencia diurna, insomnio, ronquido nocturno y apnea obstructiva del sueño. Este último trastorno es mucho mas frecuente de lo que se cree en el paciente que vive con obesidad, predominando en el de sexo masculino. Se caracteriza por baja en la saturación de oxígeno en la sangre y fragmentación del sueño con ronquido, episodios de mayor duración entre una inspiración y otra (apnea) y todo esto, parece ser favorecido por aumentos en el tamaño del cuello (perímetro igual o mayor a 41 cm en la mujer o de 43 cm en el hombre). Es un factor de riesgo para presentar arritmias cardiacas como la fibrilación auricular paroxística pero también alteraciones sinusales, bloqueos cardiacos y contracciones ventriculares prematuras, particularmente entre quienes presentan más de 15 eventos de apnea por hora de sueño. Para no extendernos mas, baste señalar que la somnolencia es la principal causa de accidentes de tránsito y laborales, déficit en el rendimiento físico incluyendo disminución de actividades de vigilancia, tiempos de respuesta lentos, aumento de errores en la toma de decisiones con discapacidad e incapacidad para resistirse a dormir. Los efectos de la somnolencia son comparables con el estado de intoxicación alcohólica. Podríamos no creerlo pero en accidentes como el nuclear sucedido en la ciudad de Chernóbil, el desastre del Exxon Valdez y el accidente de Three Mile Island, la somnolencia fue un protagonista central. En síntesis, un sueño adecuado en horario y duración funge como elemento protector para el desarrollo de obesidad, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemia (colesterol y/o triglicéridos altos) y enfermedad cardiovascular, particularmente si va asociado a una dieta correcta y la práctica regular de ejercicio físico. Sus efectos son sinérgicos. En México, los accidentes de tránsito ocupan la 6ª causa de muerte y la 7ª a nivel mundial. Seguro que valdrá la pena revisar nuestros horarios cotidianos y hacer las adecuaciones convenientes. Dulces sueños. Bibliografía: -J.J. Gooley, E.C.P. Chua (2014) Diurnal Regulation of Lipid Metabolism and Applications of Circadian Lipidomics. 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