Acción Educativa en Diabetes, Obesidad y Sobrepeso, A.C.

    GLUCOSA DE AYUNO Y RIÑÓN

    17 Sep 14 - 11:48

    Son múltiples los factores que mantienen en equilibrio el metabolismo de la glucosa; entre otros, es ampliamente conocido el rol del páncreas en la elaboración y secreción de insulina; así como el papel del músculo en la captación y utilización de glucosa; el del tubo digestivo en su absorción, y el del hígado en su producción; pero  existen otros que desempeñan un papel igualmente determinante en la regulación de la glucosa; tal es el caso del riñón.
     
         Históricamente, el riñón no había sido considerado como uno de los principales órganos responsables del equilibrio de la glucosa. Hoy en día, por lo contrario, se le reconoce un rol importante por dos motivos: 1) por ser productor de glucosa a través de la llamada “gluconeogénesis” y 2) por filtrar masivamente glucosa, aunque la re-absorbe -en su mayoría para evitar la pérdida energética- regresándola a la circulación sanguínea antes de expulsar la orina.
     
         Contextualizando someramente, el organismo guarda una reserva de glucosa en el hígado y músculo (glucógeno). Se trata de una fuente “agotable” de energía y dado que algunas células como las del cerebro, la córnea y los glóbulos rojos requieren de un aporte continuo y sostenido para su función, la mencionada gluconeogénesis es el medio alternativo de producción de glucosa que garantiza un aporte suficiente y adecuado de ella. Sólo dos órganos tienen capacidad gluconeogénica: hígado y riñón. En este sentido, el principal reto biológico para mantener estables los niveles de glucosa lo constituye el ayuno, particularmente en las horas de sueño, el ayuno prolongado y en condiciones tempranas de hambruna. A mayor tiempo de ayuno, el organismo responde produciendo mayor cantidad de glucosa.
     
         En circunstancias normales, el 55% de la glucosa durante el ayuno proviene de gluconeogénesis y en ese momento específicamente, el riñón es responsable del 40% de esa producción (mientras el hígado atiende el 60% restante). En términos de producción total diaria de glucosa, la contribución que hace el riñón es aproximadamente del 20%.
     
         El riñón ejerce los roles mencionados a través de unidades anatómicas implicadas en funciones de depuración y filtración del plasma sanguíneo conocidas como glomérulos, los cuales están constituidos por una red de vasos sanguíneos, rodeada por una cápsula en forma de copa invertida. En un adulto sano, los glomérulos filtran aproximadamente 180 gramos de glucosa por día, lo cual equivale a 125 miligramos por minuto, posteriormente se re-absorbe hasta el 99% retornándola a la circulación, y el resto se elimina en la orina, pasando prácticamente desapercibida en exámenes de rutina.
     
         Cuando ocurren incrementos anormales en la concentración sanguínea de glucosa, el riñón logra mantener ese patrón de funcionamiento hasta un punto tope que, en promedio es de 220 miligramos de glucosa por minuto, y es denominado “umbral de glucosa”; éste representa la “carga” máxima de glucosa tolerada por el riñón a partir de la cual iniciará la “descarga” del excedente de glucosa en la orina. A medida que aumenta la cantidad de glucosa en orina también aumenta la cantidad de orina emitida. El citado valor parece variar con la edad tendiendo a aumentar paralelamente con ella. Hasta aquí se ha mencionado la cantidad de glucosa que llega al riñón por minuto, pero para darnos una mejor idea, ésta corresponde aproximadamente a una determinación en sangre capilar de 183 mg/dl, tal y como lo registra tu glucómetro.
     
         Por lo anterior, conviene conocer que el mecanismo de re-absorción de glucosa es facilitado por un transportador de alta capacidad conocido como SGLT2 y otro de baja capacidad, el SGLT1. Este último también actúa a nivel intestinal en procesos de absorción de glucosa proveniente del alimento; en el riñón su participación en la reabsorción representa menos del 10%, dejando más del 90% restante a cargo de SGLT2. Un tercer miembro de esa familia, el SGLT3, está presente en el músculo esquelético y el sistema nervioso, donde actúa como sensor de los niveles de glucosa. Esto es relevante por lo que comento a continuación.
     
         En el año 1835, químicos franceses aislaron de las raíces de los manzanos una sustancia que denominaron “Florizina”. Fue empleada para tratar la fiebre, infecciones y la malaria. Cincuenta años después se descubrió que altas dosis de ella causaban eliminación de glucosa en orina; a pesar de ello, no se recomendó su uso para inducir reducciones de glucosa en sangre como parte del manejo de la diabetes porque también inducía aparición de diarrea, en la mayoría de las personas que la utilizaban. Más tarde se descubrió que este efecto era debido a que, la florizina inhibía la acción de SGLT1 y SGLT2 de manera inespecífica e impidiendo tanto la re-absorción renal como la absorción intestinal de la glucosa y por tanto, aumentando el volumen urinario y el de las evacuaciones intestinales.
     
         Químicamente, la florizina es un flavonoide  relacionado con un grupo denominado dihidrocalconas (DHC) que no es exclusivo de la raíz del  manzano, pues también se encuentran en la cáscara de la manzana, la pera y la cereza. Otros frutos, como los cítricos –especialmente lima, naranja y toronja- son ricos en una DHC llamada naringina que también posee efectos inhibitorios sobre SGLT 1 y 2. Puede atribuírseles favorecer una mayor eliminación urinaria de glucosa pero a su vez, un aumento de la gluconeogénesis; es decir que, pueden favorecer igualmente una mayor producción endógena de glucosa (contraria al alcance de metas de control). Por ello, el empleo de agentes naturales para el control de la glucemia es incierto.
     
         Después de 1990 se han desarrollado algunos medicamentos que actúan de manera análoga inhibiendo selectivamente SGLT2, como la Dapaglifozina; sin embargo, debido a la aparición recurrente de infecciones del tracto urinario entre otros efectos secundarios, no han llegado a formar parte del arsenal médico para el manejo de la diabetes como primera intención. Se requieren estudios adicionales que evalúen su eficacia y seguridad.
     
         Si tú no utilizas este tipo de medicamentos, debes recordar que, en condiciones de normalidad, la glucosa no aparece en la orina o al menos no es detectada en exámenes de rutina. En caso contrario, su detección refleja alteración principalmente vinculada con aumentos de glucosa en sangre (hiperglucemia). Una cantidad mayor de orina no es justificable por un mayor consumo de líquidos, generalmente se asocia con descontrol metabólico y por cierto, nunca es saludable beber agua en exceso.
     
         La diabetes, no duele. Sentirse “bien” no es un indicador suficiente que hable en favor de un control satisfactorio de su glucosa. Es menester monitorizarse. Tenga siempre a la mano su glucómetro y muestre a su médico sus registros. Ni usted ni su médico deben ser indulgentes con cifras fuera de rangos de control. Prefiera opciones terapéuticas fiables, seguras, demostrables y cuantificables.



    Dr. M.N.H. Alejandro A. Ortiz Solorio

     

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