Acción Educativa en Diabetes, Obesidad y Sobrepeso, A.C.

    OBESIDAD Y ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA

    26 Aug 14 - 22:58

    Cuando se habla de comorbilidades de la obesidad estamos refiriéndonos a la existencia de otras enfermedades adicionales y distintas a ella que concurren durante el curso de ese exceso de grasa corporal. El discurso vigente en torno a la Obesidad y sus comorbilidades suele abundar en relación a Enfermedad Cardiovascular, Diabetes Mellitus tipo 2, Hipertensión Arterial, Dislipidemia y Cáncer; sin embargo no son estas las únicas entidades patológicas vinculadas con ella. La osteartrosis, la apnea del sueño y el hígado graso son otras que han ido obteniendo una creciente atención tanto del personal de la salud como de las personas afectadas.

         La Enfermedad Renal Crónica (ERC) ha sido desdeñada como comorbilidad de la obesidad, a pesar de que su asociación se ha incrementado durante las últimas cuatro décadas. Weisinger lo describió desde 1974 como una “Glomerulopatía relacionada a la obesidad”. Esta enfermedad del glomérulo –unidad anatómica del riñón que tiene la función de depuración y filtración del plasma sanguíneo y que, esta constituida por una red de vasos sanguíneos rodeada por una cápsula en forma de copa- logra tener un impacto de mayúscula importancia en el metabolismo, función renal, calidad y tiempo de vida de quienes viven con obesidad; a su vez, los predispone a desarrollar el resto de los padecimientos antes señalados especialmente la enfermedad cardiovascular.

         Hoy en día, se  sabe que, el daño renal asociado a la obesidad puede aparecer en ausencia o previamente al desarrollo de la diabetes tipo 2 y que su evolución es paralela al desarrollo de lesiones ateroescleróticas de grandes vasos sanguíneos. Esto configura un abanico de cambios que pueden describirse desde varios perfiles: un perfil circulatorio, un perfil dislipidémico y otro con aumento de sustancias llamadas “vasoactivas”.

         El perfil circulatorio o “hemodinámico” es caracterizado por un aumento en el flujo de plasma sanguíneo hacia el glomérulo induciendo aumento en la carga de filtración y resultando en un agrandamiento del mismo, denominado “Glomerulomegalia”. Debo subrayar que, este crecimiento se ha encontrado en biopsias de hasta el 100% de personas analizadas con obesidad.   

      Los incrementos en los niveles de triglicéridos y/o de colesterol (dislipidemia) conllevan a su acumulación también en el riñón con efectos deletéreos sobre su función, al hacerse acompañar de aumentos de colágeno tipo IV y fibronectina –entre otras sustancias- que inducen al endurecimiento de la cápsula en forma de copa arriba citada.

         Por otra parte, el tejido graso, especialmente el de localización abdominal, es la fuente de muchas de las referidas sustancias vasoactivas, bien sea de manera directa o por mediación de niveles elevados de insulina y, cuyo efecto es el aumento de la presión arterial, del estrés oxidativo y de fenómenos inflamatorios en las arterias.

         Clínicamente, al inicio sólo se presenta una fuga urinaria de proteínas de rango variable que puede pasar inadvertida, silenciosa y no detectable durante varios años, dado que no suele causar mermas de proteína en la sangre ni hinchazón de pies o piernas. Sin embargo, la contribución que realiza para que se manifieste hipertensión arterial sistémica, diabetes mellitus tipo 2 y la enfermedad cardiovascular, es mayúscula. En la medida que van estableciéndose daños estructurales de manera segmentaria y focalizada va incrementándose la probabilidad de manifestarse una franca disminución en la filtración glomerular, es  decir al diagnóstico de Enfermedad Renal Crónica (ERC).

         El riesgo de padecer ERC en quien vive con sobrepeso (Índice de Masa Corporal entre 25.0 y 29.9 kg/m2) se encuentra aumentado en un 87% comparado con el de las personas con un peso normal; con obesidad leve (IMC de 30 a 34.9 kg/m2) incrementa 257% y con obesidad mórbida (IMC mayor de 40 kg/m2) supera al 600% dicho riesgo.

         Los riesgos pueden ser aún mayores en personas que viven con obesidad mas condiciones como nefropatía por reflujo, en quienes han requerido resección quirúrgica renal o tienen ausencia congénita de algún riñón (agenesia renal). Algunos estudios han revelado la presencia de fuga urinaria de proteínas en el 75% de las personas con agenesia renal a tan sólo 5 años de vivir con obesidad, comparados con personas que mantienen un peso normal y cuya frecuencia de este fenómeno es del CERO por ciento.

          Por si lo anterior fuera poco, la obesidad también afecta la evolución de las terapias sustitutivas de la ERC, trátese de diálisis peritoneal, hemodiálisis o trasplante renal. Específicamente en términos de trasplante, si comparamos personas que viven con obesidad con las de peso normal, encontramos que las primeras tienen: mayor frecuencia de complicaciones pre-operatorias, mayor retraso en la funcionalidad del injerto, menor supervivencia del injerto y menor supervivencia del propio paciente.

         ¿Qué personas con sobrepeso u obesidad idealmente tendrían que bajar de peso? Todos. Por supuesto bajo la guía de un nutriólogo. El mejor augurio es que aún pérdidas moderadas de peso (5% del peso corporal) pueden inducir disminuciones hasta del 30% en la fuga urinaria de proteína y en la posibilidad de desarrollar ERC. Así pues, tenemos ahora motivos mas para cuidar nuestro peso corporal.

         En nuestra siguiente publicación abundaré en la contribución que hace el riñón sobre los niveles de glucosa durante las horas de sueño y en el ayuno. 


    Dr. M.N.H. Alejandro A. Ortiz Solorio

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